El primer consejo para rastrear gorilas: escuchar con atención

El pueblo Ba'aka ayuda con el monitoreo de gorilas a lo largo de la cuenca del Congo

Uno de los rastreadores de gorilas camina por el bosque en busca de pistas. Unos tallos tirados indican que un gorila comió ahí. Plántulas rotas, troncos volcados, una leve depresión en el suelo, todas son reveladoras señales. Un ojo bien entrenado es capaz de distinguir los senderos de los gorilas en el bosque a diferencia de aquellos pisados por los elefantes, que tienden a ser poco amigables cuando se asustan y que requieren respeto y bastante espacio.

"El primer consejo para el monitoreo es escuchar con atención", explica Ossolo Dacko, uno de los varios rastreadores Ba’aka que trabajan en el Área Protegida Dzanga-Sangha, en la República Centroafricana, hogar de una de las pocas poblaciones de gorilas occidentales que habitan en tierras bajas. Cuando Ossolo se desplaza a través de la jungla, normalmente con guías y turistas a cuestas, sus oídos están entrenados para interrogar a cada elemento de la naturaleza, incluyendo el susurro de las hojas. Seguramente todo esto lo llevará hasta donde estén los gorilas.

Al igual que muchas personas Ba'aka, indígenas de la cuenca del Congo, Ossolo ya era un rastreador nato de animales. Cuando era niño aprendió los caminos del bosque gracias a su padre, quien le enseñó a cazar, recolectar miel, plantas medicinales y hongos. Tradicionalmente, los habitantes Ba’aka solían evitar a los gorilas. "Nuestros padres les tenían miedo", comenta Ossolo. Solo en raras ocasiones los cazaban usando trampas. Los Ba'aka tienen la creencia de que si una mujer embarazada comiera carne de gorila, el feto podría morir. Por eso, el solo hecho de pensar en pasar tantas horas, pacíficamente, frente a estos grandes simios "es verdaderamente sorprendente", dice Ossolo. "¡Ahora puedo sentarme al lado de un gorila todos los días!".

Hace más de dos décadas WWF lanzó el programa para la habituación de gorilas de Dzanga-Sangha, con ayuda del primatólogo Chloé Cipolletta. Los turistas comenzaron a llegar poco después. El parque contrató a la gente local Ba’aka, quienes ya acompañaban a los guardaparques en las actividades de patrullaje contra la caza furtiva, para rastrear y monitorear el paradero diario de los grupos habituales de gorilas.

"Pronto me di cuenta de que el conocimiento que tenían del bosque no solo era esencial para la supervivencia del turismo, sino también era fundamental para la supervivencia de su cultura", explica Allard Blom, director de WWF-US para la cuenca del Congo, quien encabezó el programa de los gorilas. En ese momento, los Ba’aka había completado recientemente una rápida transformación de una sociedad de cazadores-recolectores a agricultores sedentarios. La generación más joven estaba perdiendo la capacidad tradicional de rastrear la vida silvestre. "En ese entonces no había ningún incentivo económico para continuar haciéndolo", agrega Blom.

El programa de trabajo con los gorilas le brindó a los Ba'aka que vivían cerca del parque una nueva oportunidad. Para 2020, Dzanga-Sangha empleó a más de 50 Ba’aka como rastreadores de gorilas. Hoy, WWF está trabajando para mantener los beneficios para la comunidad a pesar del cierre global de viajes causado por el COVID-19.

"Son muy, muy respetados en sus aldeas", dice Terrence Fou, quien dirige el programa de habituación de gorilas. "Todos quieren trabajar en el programa".

Con su salario mensual, Ossolo dice que ha podido construir una casa, proporcionar alimento, ropa y atención médica a su esposa y sus cuatro hijos, así como ayudar a más familiares. El parque también cubre los costos escolares de sus hijos. “Cuando llego a casa con mi salario, siempre les recuerdo a todos los miembros de mi familia que este dinero es gracias al trabajo que estoy haciendo. Y también porque estoy haciendo muy buen trabajo".

Selva tropical del Congo, Reserva Especial Dzanga-Sangha, República Centroafricana.