En la Amazonía, una comunidad utiliza las tradiciones para impulsar el turismo sostenible con el bosque

Utilizando patrones tradicionales, Adriana Belém pinta con destreza a un visitante con el tinte jenipapo.

Cerca del centro de la aldea de Vista Alegre do Capixauâ, hombres, mujeres y niños se reúnen para demostrar una danza tradicional.
No fue hasta que Irenilse Batista Sousa investigó sus raíces que comprendió lo que significaba ser Kumaruara.
Sousa se crió en Vista Alegre do Capixauã, una aldea a la que solo se puede acceder a través del río Tapajós, y ahora se desempeña como jefa. Sabía que su familia y su comunidad en general eran indígenas, pero hacía tiempo que habían perdido su lengua y estaban muy alejados de sus costumbres tradicionales. "Queríamos empezar a valorar nuestra cultura indígena", comenta Sousa. "Y queríamos recuperar lo que es nuestro y aquello a lo que tenemos derecho".
Les tomó tres años hablar con otros Kumaruara de aldeas vecinas y rastrear el pasado de sus propias familias para confirmar lo que ya sabían: eran Kumaruara. A partir de ahí, se propusieron recuperar lo que habían perdido para poder transmitirlo a futuras generaciones, protegiéndolo, para evitar que desaparezca. Durante ese proceso aprendieron de todo, desde canciones, bailes y pintura corporal hasta elaborar joyas tradicionales, cuencos e instrumentos musicales.
Recuperó el orgullo de ser Kumaruara y, con él, el deseo de compartir su cultura con el mundo. Comenzaron a recibir turistas en su comunidad, asociándose con guías del cercano pueblo de Alter do Chão.
La iniciativa también brindó a la comunidad la oportunidad de diversificar sus ingresos, que anteriormente provenían únicamente de la venta de harina de mandioca. Las actividades turísticas ahora abarcan otras actividades como senderismo por el bosque, paseos en canoa por los sombreados arroyo, presenciar rituales tradicionales o pintarse con tinte de la fruta del jenipapo.

La líder local Irenilse Batista Sousa prepara yuca cruda para triturarla y convertirla en harina en Aldeia Vista Alegre do Capixauã.
Las mujeres se han visto positivamente afectadas por los cambios en Vista Alegre do Capixauã, los cuales les han brindado mayor independencia y oportunidades de liderazgo. El turismo también ha brindado un sustento económico a los jóvenes, quienes antes veían pocas razones para continuar viviendo en el lugar donde crecieron.
“Siempre les decimos a los jóvenes: ‘Tienen que estar aquí a nuestro lado porque ahora estamos, pero quizás mañana ya no’”, menciona Sousa. “¿Quién cuidará de este pueblo en el futuro? Son ustedes”.
Con el apoyo de WWF y el Proyecto Salud y Alegría, la comunidad de Kumaruara también ha podido construir alojamiento para que los huéspedes pasen la noche, incluyendo una sala de hamacas comunitaria para quienes quieran traer las suyas para colgarlas en el espacio circular. Ahora también cuentan con agua tratada, una cocina profesional que les permite servir un almuerzo tradicional con ingredientes de sus propios huertos y río, y un servicio de internet confiable, lo que les facilita recibir pagos.
La promesa de un futuro más brillante y exitoso también ha impulsado a los jóvenes a involucrarse más. Sousa ya planea brindarles más capacitación y cursos en línea; tiene grandes esperanzas de que quieran quedarse y proteger su cultura y sus territorios ante la destrucción.
“Vivimos en un lugar olvidado”, dice, con lágrimas en los ojos. “Que la gente me vea, que quiera venir aquí, me emociona mucho”.
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