La solución del 1% para reducir la huella alimentaria


Habiendo dejado atrás la COP28, queda claro que no se le ha prestado suficiente atención a la que quizá sea la cuestión climática más compleja de todas: cómo reducir la huella ambiental relacionada con la producción de alimentos y hacer frente al impacto del cambio climático en la producción de alimentos a futuro. Para abordar estas cuestiones, deberíamos considerar lo que yo llamo “la solución del 1%”, que consistiría en agregar un pago por servicios ambientales del 1% al precio de las exportaciones de alimentos.

Los precios actuales del mercado no alcanzan a cubrir los costos de la producción de los alimentos en muchas partes del mundo, o su mayoría. Esos costos incluyen lo que a menudo se denomina externalidades sociales y ambientales: impactos inaceptables como la deforestación y la conversión de la tierra, la erosión y degradación del suelo, medios de subsistencia deficientes para los agricultores y trabajadores agrícolas, la desnutrición y la escasez de alimentos.

La mayoría de los gobiernos no tienen la capacidad de generar cambios fundamentales en sus sistemas alimentarios, necesarios para una producción de alimentos más sostenible, incluso cuando la población mundial y el consumo de alimentos siguen aumentando. Mientras tanto, el comercio mundial se duplica cada 20 años: la producción mundial en 1980 era del 6% y en 2020 alcanzó un 30%. ¿Qué pasaría si aprovecháramos ese crecimiento explosivo del comercio para cubrir el costo de la sostenibilidad?

Mientras que los consumidores sigan pagando menos que los costos reales de producir lo que comen, esos costos seguirán siendo subsidiados por los productores, los países, el planeta o una combinación de los tres. Para los consumidores, un aumento del 1% en los precios de las materias primas tendría un efecto insignificante en el precio de los productos terminados. Y el 100% de los fondos generados debería ser destinado a abordar los impactos ambientales clave como la deforestación y la conversión de la tierra, la salud de los suelos, la rehabilitación de tierras degradadas, la trazabilidad y títulos de propiedad claros y legales. En este contexto, el pago por servicios ambientales del 1% se agregaría a todas las exportaciones de alimentos, independientemente del destino o la cadena de suministro, proporcionando los fondos necesarios para que los productores hagan que la producción de alimentos sea más sostenible y resiliente.

La cantidad generada por la solución del 1% variaría cada año. Para 2022, el financiamiento generado por la solución del 1%, tan solo por la exportación de cinco productos básicos (carne de res, cuero, maíz, algodón y soya) habría sido de 780 millones de dólares para Estados Unidos y 550 millones de dólares para Brasil. Obviamente, el total sería mucho mayor para todo el mundo, en lugar de solo dos países y unos cuantos productos básicos. Pero este nivel de financiamiento, año tras año, es mucho más significativo que cualquier financiamiento que se realice por una sola ocasión de los que se hayan discutido o puesto sobre la mesa en la COP28. Incluso como programa piloto en uno o dos países, la solución del 1% podría proporcionar fondos continuos para reducir la huella ambiental ocasionada por la producción de alimentos.

Así es como funcionaría: los fondos recaudados bajo la solución del 1% irían a un fondo común. Sería administrado por el país exportador, así como por aquellos países cuyos consumidores contribuyen en última instancia al fondo. El dinero no iría a parar a los mejores productores. Más bien, iría a los productores menos eficientes para cubrir los costos relacionados con la reducción de impactos críticos, que afectan cada vez más el acceso al mercado para todos los productores.

Los fondos también podrían destinarse a reforestar tierras, rehabilitar tierras degradadas, obtener permisos legales o títulos de propiedad, cumplir con la trazabilidad y la transparencia, etc. Además, los productores podrían vender sus productos a quien quisieran, a diferencia de muchos esquemas actuales de financiamiento de productos básicos. Los fondos serían recaudados por el gobierno sobre todas las exportaciones y probablemente se basarían en el precio libre a bordo (FOB, por sus siglas en inglés), que incluye todos los costos y tarifas hasta que el producto ha sido cargado en el transporte, para posteriormente ser exportado.

La solución del 1% podría ayudar a los productores a reducir sus impactos y recibir títulos de propiedad de tierras para granjas establecidas desde hace mucho tiempo. También ayudaría a los productores a ser más sostenibles y resilientes y a acceder a los mercados globales. Nivelaría el terreno de juego en torno a la demanda al garantizar que todos los compradores intermediarios paguen el mismo 1% de financiamiento ambiental sugerido por la solución para mejorar la producción de materias primas.

Los fondos de la solución del 1% también podrían usarse para aprovechar o complementar fondos adicionales de gobiernos, bancos multilaterales de desarrollo o el sector privado.

Quizá lo más importante es que la solución del 1% es un mecanismo de mercado que utiliza transacciones del mismo mercado para generar financiamiento para que los productores sean más sostenibles y resilientes. Todos los productos recibirían el mismo trato y todas las exportaciones incurrirían en la misma tarifa del 1%. Y al utilizar las transacciones existentes, los gobiernos no necesitarían asignar fondos adicionales para hacer que la producción sea más sostenible o adaptarse a condiciones futuras.

Existen precedentes relacionados con la idea de la solución del 1%, concretamente en las tarifas recaudadas en la venta de alimentos. Estados Unidos tiene un programa interno de descuentos para la venta de materias primas. Algunos países, como Brasil, han incluido tarifas en las exportaciones internacionales de alimentos como el café y el azúcar, mientras que otras naciones y sectores tienen mecanismos similares para los productos del mar, como los cangrejos nadadores o las langostas. Los fondos se destinan y utilizan para cubrir los costos de marketing, investigación, publicidad, tenencia de acciones y más. En muchos casos, los fondos provienen de lo que se les paga a los productores, no del consumidor.

En principio, las exportaciones de alimentos no deberían socavar la base de los recursos naturales de los países exportadores o productores. Con el cambio climático, todos dependeremos de las exportaciones de alimentos para cubrir las brechas alimentarias. Además, las futuras generaciones dependerán de la exportación mundial de alimentos incluso más que hoy.

La ciencia es clara: para poder abordar simultáneamente el cambio climático, la degradación ambiental y la creciente demanda de alimentos, necesitamos transformar fundamentalmente nuestro sistema alimentario global. Una de las formas más prácticas y efectivas de hacerlo es utilizar los mercados para cambiar a los mercados mismos, proporcionando a los productores mundiales de alimentos los recursos financieros que necesitan hoy para construir un mañana más estable y resiliente.

Jason Clay es vicepresidente senior de World Wildlife Fund y director ejecutivo del Markets Institute de WWF