Lo que necesitan las ballenas

Mediante el uso de tecnología de vanguardia, los investigadores están descubriendo profundos vínculos entre la salud de los océanos, el cambio climático y los habitantes de las profundidades del mar

En un gélido día de marzo de 2023, Ari Friedlaender se balancea a bordo de una Zodiac inflable en el puerto de Neko, desplazándose lentamente hacia una ballena jorobada. En la punta de un poste de 20 pies de largo, que cuelga sobre el costado de la embarcación, se observa un dispositivo del tamaño de un teléfono inteligente (una combinación entre cámara y etiqueta satelital) equipado con ventosas. En los alrededores, el paisaje marino semicongelado se llena de sonidos y acción: el torrente de agua, chorros de espuma marina y el ruidoso silbido de los soplos en el aire helado.

Cuando la ballena se encuentra lo suficientemente cerca, Friedlaender baja el poste de fibra de carbono y fija con destreza la etiqueta no invasiva al ancho y resbaladizo cuerpo del animal. La ballena jorobada se sumerge bajo las olas y la etiqueta, que se caerá un día después, comienza a capturar imágenes submarinas que darán a los investigadores una idea de la vida de la ballena mientras bucee, se alimente y socialice. También sirve para rastrear los movimientos de los mamíferos marinos a lo largo de la costa occidental de la península Antártica: una columna de crestas montañosas y picos glaciares que abarcan unas 200,000 millas cuadradas (518 mil km2) que se adentra en el océano Austral.

"Esta tecnología es bastante sorprendente: estamos viendo, desde la perspectiva de las ballenas, cómo navegan y se relacionan con su entorno", comenta Friedlaender. "Podemos observar cómo los individuos se mueven por todo su hábitat".

Durante los últimos 25 años, el ecólogo marino de la Universidad de California Santa Cruz ha realizado más de 40 viajes de investigación a este mundo de hielo marino y rica vida marina. Durante todo ese tiempo ha recopilado ideas que están remodelando la comprensión científica de las ballenas (jorobada, azul, de aleta y rorcual austral) que migran aquí cada verano para consumir krill antártico, el superalimento parecido al camarón que es particularmente abundante durante los largos y lumisosos días de la temporada.

DE LAS 13 ESPECIES DE GRANDES BALLENAS, seis se consideran en peligro o vulnerables, a pesar de décadas de protección tras las moratorias en torno a la caza de ballenas.

En esta expedición, a Friedlaender se unen Natalia Botero-Acosta, directora de la Fundación Macuáticos Colombia, que estudia con mayor frecuencia a las ballenas en el cálido golfo de Tribugá, a lo largo de la costa del Pacífico de Colombia, y Chris Johnson, líder global de la Iniciativa de Protección de Ballenas y Delfines de WWF. El grupo, equipado con gruesas y brillantes chaquetas, está aquí para estudiar dónde y qué tan bien se alimentan las ballenas en la península y con la esperanza de identificar sus hábitats críticos.

Es urgente aprender más sobre estos gigantes oceánicos, ya que los impactos acumulativos de la pesca industrial, el tráfico marítimo, la contaminación y el cambio climático plantean amenazas crecientes, a menudo mortales, en las zonas de alimentación y reproducción de las ballenas y en sus largos viajes entre ambas. Para proteger a las ballenas de manera más efectiva contra esas presiones, dice Johnson, los científicos deben comprender mejor la red alimentaria de las ballenas, su distribución, sus movimientos y qué áreas son más importantes para salvaguardar.

"En el caso de muchas especies de ballenas", añade Friedlaender, "todavía ni siquiera sabemos dónde dan a luz ni cómo encuentran y siguen su alimento".

El hielo marino antártico (agua que se congela, se expande y se derrite en el océano) regula el clima global, refuerza las capas de hielo y hace circular el agua del océano. También es la base de una compleja red alimentaria. El fitoplancton (algas marinas microscópicas) florece debajo del hielo a medida que la luz del sol se filtra y alimenta densos enjambres de krill. A su vez, el krill es una fuente de alimento esencial para peces, pingüinos, focas y ballenas barbadas, que, dependiendo de su tamaño, pueden devorar entre una y 12 toneladas de krill por día.

Los científicos han estado monitoreando el hielo marino que rodea el continente durante más de 40 años, utilizando satélites para medir su extensión máxima y mínima anual. Por lo general, es mayor en septiembre y menor en marzo.

Pero a medida que aumentan las temperaturas del aire y del océano, la capa de hielo marino está alcanzando nuevos hitos preocupantes. "Este es el segundo año consecutivo en el que el hielo marino invernal en la península fue el más bajo registrado", señala Friedlaender, "es la mayor señal de alerta que podríamos tener".

“Incluso con acciones simples, como cambiar las rutas marítimas, restringir la pesca cuando las ballenas migran a través de aguas específicas o reducir la velocidad de las embarcaciones en los corredores azules, se podrían tener efectos positivos inmediatos”

Ari Friedlaender
Profesor adjunto asociado de la Universidad de California Santa Cruz

La península Antártica, parte de la Antártida occidental, se está calentando con especial rapidez, casi el doble que el resto del mundo. Desde la década de 1950, su temperatura media anual ha aumentado alrededor de 5 °F y su hielo marino dura 80 días menos en promedio que hace cuatro décadas. Esta primavera, después de viajar hacia el sur, más allá del círculo polar antártico, los investigadores de ballenas encuentran incluso menos de lo que esperaban: un mar sin hielo.

Si bien a algunas ballenas, como las jorobadas, les está yendo bien a medida que el derretimiento del hielo marino abre más hábitat para la búsqueda de alimento, esta bendición a corto plazo es engañosa. Todas las especies están “comenzando a experimentar las consecuencias del cambio climático”, explica Friedlaender. El krill se está desplazando más hacia el sur a medida que el hielo retrocede; para las ballenas que migran para alimentarse de él, este cambio hace que el viaje sea aún más largo.

Al mismo tiempo, una menor cantidad de hielo marino podría dar lugar a un repunte de las operaciones pesqueras a gran escala, las cuales enfrentan presiones para aumentar sus capturas para satisfacer la creciente demanda de krill, un ingrediente utilizado en alimentos para acuicultura y mascotas, así como en suplementos para la salud. Bajo la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), que regula la pesca en el océano Austral, la captura de krill antártico se disparó a más de 450,000 toneladas en 2022. Cada vez más, las ballenas compiten directamente con los barcos de arrastre por el alimento.

A medida que las poblaciones de krill se agotan localmente, agrega Friedlaender, las especies marinas más grandes probablemente enfrentarán desafíos cada vez mayores. "Muchas ballenas tienen un estilo de vida binario: se alimentan durante un período corto, migran miles de kilómetros y luego se reproducen", menciona. “Las hembras de ballenas jorobadas necesitan obtener toda la energía posible en un período relativamente corto mientras se encuentran en la Antártida. Aproximadamente entre diciembre y abril, si no pueden comer más de una tonelada de krill al día, eso afectará su éxito reproductivo”.

El equipo publicó un estudio en 2023 que revela que es crucial que las hembras jorobadas se llenen de krill un año antes de quedar embarazadas para que puedan ganar suficiente grasa para soportar la gestación. En 2017, después de un año con mucho krill, el 86% de las hembras jorobadas muestreadas estaban preñadas, en comparación con el 29% en 2020, después de un año con menos krill.

Para determinar qué tan bien están creciendo las ballenas este año, los investigadores utilizaron fotogrametría aérea, una técnica que implica tomar medidas a partir de fotografías capturadas con drones, para analizar las condiciones corporales de los mamíferos.

"Vimos un número inusualmente alto de ballenas flacas al final de la temporada", dice Johnson. "Eso es preocupante".

En combinación con la información recopilada de las grabaciones de video, etiquetas satelitales y muestras de biopsias, esos datos ayudan a los investigadores a desenredar el vínculo entre el comportamiento alimentario y la salud de las ballenas y factores relacionados como la abundancia de presas, la disponibilidad de hielo marino y el cambio climático; el conocimiento, según Friedlaender, es fundamental para identificar áreas que necesitan mayor protección. "Necesitamos comprender realmente el ciclo completo de su ecología", afirma.

HERRAMENTAL

DARDOS

Los investigadores utilizan dardos de punta hueca para obtener pequeñas muestras de piel y grasa de las ballenas para realizar una biopsia. Después de disparar un dardo con una ballesta de baja potencia, el dardo rebota en el animal para posteriormente flotar en el agua, de donde será recuperado. Para una ballena, el dardo es equivalente a la picadura de un mosquito, pero la muestra que produce puede contener mucha información. Además de las conexiones genéticas, una muestra puede revelar el sexo de una ballena, su salud reproductiva, su nivel de toxinas acumuladas y cómo responde al estrés.

DRONES

El uso de drones permite a los investigadores obtener vistas aéreas de las ballenas e identificar individuos basándose en marcas, estimar el tamaño de la población, evaluar su salud y detectar evidencia de enredos y otras cicatrices o lesiones. Los drones también pueden captar ciertos comportamientos de las ballenas, como la alimentación por medio de la red de burbujas: las ballenas trabajan juntas para atrapar peces con espirales de burbujas que salen de sus espiráculos.

ETIQUETAS

Las etiquetas satelitales ayudan a los científicos a recopilar grabaciones de video y muestras de audio y permiten el seguimiento en 3D de los movimientos de una ballena a través de su hábitat. Las etiquetas proporcionan información invaluable sobre la frecuencia y duración de la alimentación de las ballenas, las profundidades de buceo, los hábitos de descanso, las estructuras sociales y la comunicación, así como sobre las condiciones ambientales como la capa de hielo marino, la temperatura del agua y la salinidad.

Hasta hace poco se sabía muy poco sobre los movimientos que las ballenas realizaban entre los puntos finales de sus viajes. En el pasado, señala Botero-Acosta, “teníamos que confiar en el pequeño porcentaje de tiempo que teníamos con las ballenas en la superficie del océano y extrapolar a partir de eso”.

Pero con etiquetas satelitales GPS, los científicos pueden rastrear la ubicación exacta de los animales, mapeando dónde pasan la mayor parte del tiempo y sus rutas migratorias. El marcado ha revelado, por ejemplo, que a partir de enero, las ballenas barbadas de la Antártida siguen al krill hasta puntos críticos de alimentación como los estrechos de Gerlache y Bransfield y las bahías adyacentes de Wilhelmina y Flandres, que también son sitios críticos para la migración.

En 2022, WWF y una serie de universidades asociadas, incluidas la Universidad Estatal de Oregón, la Universidad de California Santa Cruz y la Universidad de Southampton, publicaron Protecting Blue Corridors, un innovador informe que sintetiza datos de seguimiento satelital de más de 1,000 etiquetas recopiladas por más de 50 grupos de investigación durante más de 30 años. "Con esos datos tenemos una mejor imagen de las ballenas y sus patrones de movimiento, algunos de los cuales son estacionales y otros durante todo el año", comenta Johnson. "Cuando trazas esos movimientos en un mapa puedes descubrir los corredores azules de las ballenas: superautopistas que se entrecruzan y que a veces abarcan miles de kilómetros".

El seguimiento por satélite ha demostrado que cada otoño, una población de ballenas jorobadas del hemisferio sur viaja más de 5,000 millas (8,000 km) entre la costa oeste de América del Sur (donde las hembras dan a luz y amamantan a sus crías) y la península Antártica. Nadan a lo largo del corredor del océano Pacífico Oriental, una de las autopistas para ballenas que documenta el informe y un centro migratorio que también comparten una docena de especies de grandes ballenas.

El informe también resalta las múltiples amenazas que enfrentan las ballenas mientras navegan por aguas cada vez más peligrosas, ruidosas y contaminadas. Si bien las ballenas jorobadas se han recuperado desde que se prohibió la caza comercial de ballenas en 1982, corren un mayor riesgo de enredarse en artes de pesca y colisionar con embarcaciones a lo largo de sus rutas migratorias. También se ven afectadas por el ruido submarino debido al aumento del tráfico marítimo. Otras especies de ballenas, como la ballena franca del Atlántico norte, están al borde de la extinción.

A whale underwater, passing in front of camera

Los científicos no saben cómo ni por qué las ballenas eligen sus rutas, pero Protecting Blue Corridors aboga por un nuevo enfoque para salvaguardar las especies marinas. "Esta información en conjunto cuenta una historia", dice Johnson. "Al analizar la escala biológica de los hábitats y la migración de las ballenas, el informe cambia la forma en que trabajamos con socios de conservación, las comunidades locales, los gobiernos y los formuladores de políticas".

También señala que los conservacionistas esperan utilizar el Tratado Global de los Océanos, un nuevo pacto de la ONU, para proteger la biodiversidad en alta mar y para implementar herramientas de gestión y fomentar una mayor cooperación para abordar las amenazas en aguas nacionales e internacionales. “Pero debido a la gran distancia y diversidad del hábitat de las ballenas”, menciona, “no existe una solución única para todos. En un área habrá tráfico de embarcaciones; en otra zona, yacimientos de petróleo y gas o contaminación acústica submarina; y en otra, riesgos por artes de pesca”.

"Si queremos que un animal llegue sano y salvo desde la Antártida hasta Colombia, debemos proteger las aguas de todos los países por los que pasa", comenta Friedlaender. "Si sabemos dónde están esos animales y en qué época del año, podemos adaptarnos a su conservación". Incluso con acciones simples, como cambiar las rutas marítimas, restringir la pesca cuando las ballenas migran a través de aguas específicas o reducir la velocidad de las embarcaciones en los corredores azules, se podrían tener efectos positivos inmediatos".

Para 2030, WWF y sus socios de conservación quieren proteger seis corredores azules, incluida la superautopista del Pacífico Oriental. Es prometedor que en la Novena Cumbre de las Américas, celebrada en junio de 2022, los gobiernos de Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Perú y Estados Unidos firmaron la Declaración de las Américas para la Protección del Océano, comprometiéndose a proteger el 30% de sus océanos ubicados en el Pacífico Oriental, desde Alaska hasta la Patagonia, para el año 2030.

Además, la CCRVMA tiene planes de establecer varias áreas marinas protegidas alrededor de la Antártida que protegerían alrededor de 1.5 millones de millas cuadradas (3.8 millones de km2) de hábitat oceánico crítico, aproximadamente el tamaño de la India. “Esperamos lograrlo en los próximos dos o tres años”, agrega Johnson.

LAS BALLENAS Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

Los científicos se han dado cuenta de que las ballenas desempeñan un papel crucial en la regulación del clima global. Además de confinar carbono a lo largo de su vida (una ballena puede capturar la misma cantidad de carbono que miles de árboles), los excrementos de las ballenas fertilizan el océano e impulsan el crecimiento del fitoplancton. Estas plantas microscópicas en el fondo de los alimentos marinos capturan el 40% de las emisiones globales de carbono y producen más de la mitad del oxígeno del mundo.

Con el tiempo, los conservacionistas esperan lograr una red global de áreas marinas protegidas transfronterizas y conectadas. Y las ballenas no son la única especie que se beneficiaría. Estudios recientes han revelado el papel vital que desempeñan las ballenas en el mantenimiento de la salud de los océanos y en la mitigación del cambio climático. "Las ballenas son tan grandes y necesitan tanta comida que, si contamos con ellas", dice Friedlaender, "eso significa que el océano está funcionando para sustentarlas".

La conservación de las ballenas alguna vez consistió en luchar contra la caza de ballenas, pero ahora, señala Johnson, "nos preguntamos: ¿qué pueden decirnos las ballenas sobre cómo proteger el océano?".

Este cambio, que consiste en comenzar a ver a las ballenas como una parte esencial de un sistema que funciona, es bueno para su conservación. "Ahora que entendemos mejor cómo están conectadas las ballenas con sus ecosistemas, estamos más conectados con los oceanógrafos y científicos que estudian el confinamiento del carbono, la importación y exportación del carbono y el flujo de los nutrientes", menciona Friedlaender. "Esto es mucho más representativo del mundo en el que viven las ballenas".