Madre de Dios

En el sudoeste de la Amazonia, una constelación de esfuerzos ayuda a salvaguardar una de las últimas grandes reservas de bosque tropical que aún quedan en el mundo

Autor: MARK JOHANSON

Fotógrafo: YAWAR FILMS

Alberto Ynuma Fernández, Apu (jefe) de la Comunidad Nativa Boca Pariamanu, se encuentra de pie a la orilla del río Pariamanu inspeccionando el lodo de una mina de oro abandonada, cuando el acelerador de un motor sobresalta a su equipo de vigilancia. Se da vuelta y mira fijamente a tres hombres apiñados dentro de un bote de madera toscamente tallado. "Mineros", susurra.

Los mineros comenzaron a llegar a este lugar en 2015 en busca de parches de oro en la inaccesible región de Madre de Dios, Perú. Hoy en día estas minas ilegales plagan las orillas de estos ríos que fluyen hacia la vasta Amazonía. Cuando los ríos se secan dejan a su paso desiertos de lodo y tóxicos estanques contaminados con el mercurio que se utiliza para extraer el oro.

“Mira”, murmura Ynuma, señalando el turbio estanque bajo sus botas cubiertas de barro. “Están contaminando nuestro pescado. Y el problema es que, aun así, tenemos que comerlo”.

Un minero busca una radio. Ynuma, percibiendo un posible conflicto, decide regresar a su aldea. Es una escena común para el astuto líder. Mientras viaja a través del Pariamanu cada tres meses como parte de un equipo de monitoreo conformado por seis personas, ayuda a proteger más de 11,000 acres (4,400 ha) de territorio indígena de arbustos espinosos y árboles cumarú. En su viaje más reciente, una excursión de seis horas río arriba, contabilizaron 77 minas ilegales, reportándolas a las autoridades locales. Lo que está en juego no solo es el bosque en el que viven, sino también su sustento económico.

El principal producto básico de Boca Pariamanu son las castañas de Brasil. Se encuentran en unas vainas que llegan a medir lo mismo que un coco y que cuelgan de los inmensos árboles de castaña, que pueden crecer hasta más de 30 metros de altura a lo largo de mil años. Estos antiguos árboles requieren polinización cruzada, no crecen en plantaciones y dependen de la vida silvestre para consumir y dispersar sus semillas. Por lo tanto, ver casi 2,000 de ellos dando frutos, como lo ha hecho esta comunidad durante la última década, "es un buen indicador de que tienes un bosque saludable", explica Edith Condori, especialista forestal de WWF-Perú que ha acompañado a Fernández en este viaje. "Esto te dice que el trabajo que estás haciendo con las castañas de Brasil no está impactando negativamente el ecosistema construido a su alrededor y, sin embargo, eres capaz de mantener un estilo de vida".

Por el contrario, la minería ilegal ha generado una nueva tensión en el bosque, preocupando a quienes dependen de él. “Todas las familias aquí son beneficiarias de estos árboles”, dice Nadia Medalit Pacaya Grifa, residente de Boca Pariamanu y vicepresidenta de AFIMAD, una asociación dirigida por indígenas que brinda asistencia económica a 11 comunidades nativas. “Todos los años, sin falta, nos dan proporcionan frutos, por lo que nos sentimos privilegiados y afortunados de tenerlos aquí en nuestro bosque”.

Jane del Castillo y Nadia Pacaya cuidan plántulas de cacao.

Kathia Panceano corta una castaña de Brasil.

Pacaya lleva a Emily Urquia Sebastian, la presidenta de AFIMAD, a través de los estrechos y polvorientos senderos que se alejan del pueblo principal de Boca Pariamanu. Saltan algunos árboles de ficus y se agachan debajo de las lianas. Todo el tiempo, el zumbido de las cigarras flota en el denso aire. Cada mujer trae consigo una canasta de paja atada a su espalda y una púa en su mano para tomar castañas llamada payana.

Las dos mujeres, parte del equipo de liderazgo de AFIMAD conformado únicamente por mujeres, provienen de diferentes generaciones y orígenes indígenas: Pacaya, la más joven y más seria, es amahuaca; Urquia, la mayor y más alegre, es yine. “Lo que tenemos en común”, explica Urquia mientras escarba en el suelo del bosque en busca de semillas, “es la castaña de Brasil”.

Más tarde, Pacaya lleva a Urquia por plantaciones de cacao y palma huicungo, cultivos más nuevos que no dañan el bosque y que ayudan a llenar el vacío de ingresos fuera de la temporada de la castaña de Brasil, que va de enero a abril. AFIMAD, que también produce aceites a partir de la castaña de Brasil, espera replicar su cadena de gestión con nuevos productos forestales mientras aumenta su mercado de exportación en Estados Unidos y México.

WWF ofrece apoyo técnico para ayudar a AFIMAD a construir economías regenerativas (aquellas que restauran y preservan en lugar de explotar y destruir el hábitat) en los territorios indígenas de sus miembros, asegurando que estas comunidades puedan mejorar sus medios de subsistencia mientras protegen sus tierras ancestrales.

Tan solo en Madre de Dios viven casi 190,000 personas, incluyendo 37 comunidades indígenas, varias de las cuales viven en aislamiento voluntario; muchas siguen luchando por el reconocimiento de su derecho a gestionar sus propias tierras. En toda la Amazonía, más de 2 millones de indígenas, que representan a más de 400 grupos, poseen extensiones de tierra de vital importancia. De hecho, los más de 3,000 territorios indígenas representan casi un tercio de la cuenca amazónica.

Las contribuciones que este enorme bosque tiene a la salud, que están directamente relacionadas con la salud de nuestro planeta, han sido históricamente pasadas por alto. (En los trópicos, los territorios indígenas tienen una quinta parte menos de deforestación que los no indígenas, según el informe Forest Pathways 2023 de WWF). Apoyar a las comunidades indígenas será vital en la lucha por mantener la Amazonía como sumidero de carbono, no como emisor de carbono.

Madre de Dios es un tema de especial preocupación porque es uno de los lugares con mayor biodiversidad de la Tierra, ubicado cerca de la base de los Andes en el suroeste de la Amazonía. Sin embargo, las amenazas específicas de la zona reflejan problemas más amplios que afectan a toda la Amazonía, que abarca ocho países y el 40% del continente sudamericano, y contiene aproximadamente una de cada diez especies conocidas en la Tierra.

Trabajar con los líderes indígenas para proteger sus tierras es solo uno de los pilares del enfoque de WWF para salvaguardar la Amazonía, una región en la que ha trabajado desde la década de 1970. Justo al norte de Boca Pariamanu, a lo largo de la Carretera Interoceánica, se encuentra la zona ganadera peruana. Esto es como la Texas de la Amazonía, donde los solitarios árboles de castaña (que, por ley, no pueden ser talados) mueren lentamente en medio de vastos pastizales, un duro recordatorio del abundante bosque tropical que ya se ha perdido.

Los territorios a lo largo de esta carretera, completada en 2011 para conectar el Pacífico peruano con el Atlántico brasileño, fueron unos de las primeros en convertirse en ranchos. Sin embargo, sus suelos se han degradado gravemente por años debido al uso insostenible. Sorprendentemente, las vacas ya no pueden vivir de los pastos que alguna vez se crearon para ellas.

Tradicionalmente, esto impulsaría un círculo vicioso de despojo y quema de más áreas de la Amazonía para crear nuevas praderas. Sin embargo, varias familias de la comunidad de Iñapari, una ciudad fronteriza en la frontera entre Brasil y Bolivia, están apostando por un nuevo modelo de ganadería regenerativa que, según dicen, puede revivir parcelas degradadas y optimizar las tierras existentes.

“Siempre aprendimos que cuanto menos árboles haya en la pradera, mejor”, explica Verónica Cardozo mientras camina por campos ondulados que dan paso a un denso bosque. “Sin embargo, recientemente hemos llegado a comprender que los animales, como nosotros, necesitan sombra. Necesitan agua limpia y buena comida”.

La ganadería extensiva es una de las mayores causas de deforestación en la Amazonía, que ha perdido el 17% de su área de distribución histórica (una franja de bosque aproximadamente del tamaño de Rhode Island ha desaparecido de Madre de Dios desde el año 2000). Los científicos creen que si la deforestación alcanza entre el 20% y el 25%, el bosque podría llegar a un punto más allá del cual ya no podrá sostenerse por sí mismo.

Todo esto hace que la optimización de las tierras de pastoreo sea una solución urgente, práctica y basada en la naturaleza (algo que cuenta con el apoyo del Green Recovery Challenge Fund en el marco de UK PACT en Perú) que pone las necesidades económicas de los residentes en el núcleo de su atención.

En 2019, con la capacitación de WWF, Cardozo comenzó a repensar su forma de trabajar en la ganadería, implementando nuevas prácticas de silvopastoreo. En lugar de tomar un machete para cortar los árboles jóvenes cuando aparecían en sus campos, por ejemplo, simplemente los dejaba crecer. Tiempo después, empoderada, comenzó a plantar árboles (3,000 en total) y se dio cuenta de que su presencia hacía más felices a las vacas. “Ahora son tan dóciles que es mucho más fácil controlarlas y necesitamos menos mano de obra”, menciona (los árboles también absorben algunas de las emisiones de metano de las vacas, que aceleran el cambio climático).

Cardozo también construyó un pequeño laboratorio (una colección de bidones industriales gigantes de color azul) donde elabora sus propios fertilizantes orgánicos a partir de estiércol de vaca, que cuestan tres veces menos que los productos comerciales y se han convertido en una oportunidad de ingresos agrícolas sostenibles. También elabora antibióticos naturales a partir de microorganismos de la jungla que son más amigables para el suelo y más seguros para los consumidores que compran sus productos libres de químicos.

El cambio más grande, dice, señalando los corrales recién construidos, fue dividir su propiedad de más de 140 acres (56 ha) gravemente degradada en pequeños cuadrantes para rotar el ganado, dando a cada parcela al menos 25 días para recuperarse antes de volver a usarla. Un suelo más rico ha significado pasto más rico, lo que permite que más ganado viva en áreas más pequeñas. Por ejemplo, Cardozo anteriormente solo podía albergar un promedio de una vaca por cada 2.5 acres (1 ha). Ahora su rancho puede albergar más de tres vacas en la misma cantidad de tierra.

Al otro lado de la ciudad, la hermana mayor de Verónica, María, emprendió una transformación similar en su finca familiar de casi 494 acres (200 ha); ahora puede manejar hasta cuatro veces más vacas en la misma cantidad de espacio. “Está claro que lo que tenemos es suficiente y que ya no necesitamos tocar el bosque”, comenta, sentada al lado de sus dos hijos adultos (compañeros pioneros de la ganadería regenerativa) mientras toman café en el porche de su casa, rodeada de abundantes plantas en macetas.

Las hermanas Cardozo son la tercera generación que tiene ganadería en Iñapari. Sin embargo, pueden estar entre las primeras en tender un puente entre los ganaderos y los ambientalistas. Después de todo, se consideran ambas cosas. “El calor hoy en día es sofocante y no llueve tanto como antes”, explica María mientras una mariposa azul del tamaño de un pájaro pequeño se posa en su taza de café. “Vemos los cambios y por eso sabemos que tenemos que ir más allá de este modelo de derribar el bosque”.

En total, unas 400 familias de Madre de Dios han recibido capacitación en ganadería regenerativa, muchas de ellas impartidas por los Cardozo en una escuela de campo que Verónica construyó en su propiedad. Por supuesto, las tradiciones que datan de hace mucho tiempo (y el orgullo típico de los vaqueros) son difíciles de cambiar. Sin embargo, María dice que de todos modos está sucediendo. “Cuando a alguien más le va bien”, señala con una sonrisa, “los demás copian instintivamente el modelo”.

Woman sets camera trap on tree

Como parte de un proyecto de monitoreo de la biodiversidad, Vania Tejeda, exoficial de vida silvestre de WWF-Perú, revisa cámaras trampa cerca de la concesión forestal de MADERACRE en Madre de Dios.

En las profundidades del bosque, unas tres horas en auto al oeste de las tierras de los Cardozo a través de caminos de tierra que se convierten en lodo tras las tormentas, se encuentra la “oficina” de Vania Tejeda, exoficial de vida silvestre de WWF-Perú. Ella se encuentra aquí inspeccionando el caso de un bosque que desapareció.

Hace apenas tres meses se encontraba en ese mismo lugar colocando cámaras trampa alrededor de majestuosos árboles de quinilla como parte de un proyecto de monitoreo de vida silvestre con MADERACRE, una de las concesiones madereras más grandes de Perú y que cuenta con certificación del Consejo de Administración Forestal (FSC, por sus siglas en inglés) para la gestión responsable de los bosques. La empresa extrae un promedio de uno a tres árboles por cada 2.5 acres (1 ha) cada 20 años, y sus 849 millas cuadradas (2,198 km2) de concesiones representan una importante parte de los bosques permanentes productivos de Madre de Dios. Sin embargo, está constantemente bajo amenaza. Esos mismos árboles de quinilla, por ejemplo, han sido quemados hasta las raíces y reemplazados por campos de maíz.

Apenas Tejeda llega al bosque desaparecido, dos hombres se acercan en una motocicleta. Su pelo largo y barbas pobladas son indicativos de un grupo religioso local conocido por apropiarse agresivamente de la tierra, quemar árboles y plantar cultivos, y luego reclamar el territorio como suyo. Su repentina aparición es una advertencia tácita y no es inesperada: solo dos meses antes, hombres del grupo atacaron la patrulla de vigilancia de MADERACRE.

Entonces Tejeda, que es pequeña pero intrépida, empaca sus cosas y se retira más a las profundidades al bosque. Después de todo, está ahí para controlar no solo el bosque existente, sino también su vida silvestre, incluido el depredador tope de América del Sur al igual que sus cámaras trampa y sensores acústicos, herramientas efectivas para monitorear la población local. Un tercio de todos los jaguares de Perú vive en Madre de Dios, y las tierras de MADERACRE tienen una de las densidades más altas de grandes felinos de la zona.

Esa es una buena señal: la salud de los jaguares es un barómetro clave para la salud del ecosistema en general.

“Necesitamos evaluar la conectividad de las poblaciones de jaguar porque si trabajamos con los depredadores tope también podemos influir en el destino de otras especies”, menciona Tejeda, mientras espanta las moscas. Su camisa está llena de abejas sudorosas. Desabrocha una cámara para cambiarle la batería. “Tenemos estas áreas aisladas donde estos animales intentan vivir, pero es muy difícil porque necesitan correr riesgos para cruzar de un área a otra”.

El nuevo campo de maíz, añade, es otro agujero en un bosque cada vez más fragmentado.

Tejada coloca 70 cámaras trampa en una cuadrícula irregular a lo largo de los caminos forestales que los jaguares utilizan como corredores de caza. Revisa la cámara que tiene en la mano para ver los últimos avistamientos, retrocediendo sólo tres días antes de que apareciera un jaguar, cruzando este mismo camino al amanecer. Su pelaje azafrán brilla bajo la luz tenue del sol de la mañana, acentuando manchas que actúan como huellas dactilares únicas para identificar a cada felino.

Tejeda también ha colocado cámaras trampa y sensores acústicos en cada extremo de los puentes de dosel que ha instalado a lo largo de los caminos forestales para aumentar la conectividad forestal para la vida silvestre que habita en los árboles de la Amazonía. Todo es parte de la alianza de WWF con MADERACRE en el marco de Forests Forward, el programa insignia de WWF para las acciones corporativas en apoyo de la naturaleza, las personas y un clima saludable. Herramientas como las cámaras trampa evalúan la eficacia del modelo de la empresa para la gestión forestal responsable.

Rodeado de parques públicos y territorios indígenas, MADERACRE es un invaluable escudo contra la deforestación, más cerca de los centros de población cercanos a la Carretera Interoceánica.

Una década después, esta carretera que abrió fronteras ha expuesto el suroeste de la Amazonía a una gran cantidad de nuevas amenazas. Y, sin embargo, si se mira con atención, aún hay esperanza. Un tipo de forestación más amigable ha proporcionado a los jaguares un sorprendente refugio. La recolección de castañas de Brasil ha proporcionado a las comunidades indígenas el peso económico para defender sus territorios. Y la ganadería regenerativa ha evitado la deforestación innecesaria.

Es difícil luchar contra el progreso. Sin embargo, a medida que la carretera aliente el crecimiento de la población en Madre de Dios, sus industrias tendrán que repensar algunas de sus viejas formas de operación. El cambio nunca es fácil. “No es mágico, no es romántico y hay que dedicarle mucho tiempo”, explica la ganadera Verónica Cardozo. “Pero la parte más difícil es creer que es posible”.

Como parte de su trabajo de promoción de la ganadería regenerativa cerca de su casa en Iñapari, Perú, Verónica Cardozo ha cambiado la forma en que maneja el ganado en su granja.

Aprovechando el poder de la naturaleza

Para cumplir con los objetivos globales destinados a enfrentar el cambio climático, frenar la pérdida de biodiversidad y reducir la degradación de los hábitats naturales, el mundo debe triplicar su inversión en soluciones basadas en la naturaleza para el año 2030 y cuadriplicarla para 2050.

Tal como su nombre lo indica, las soluciones basadas en la naturaleza se basan en el poder de las áreas, sistemas y procesos naturales para ayudarnos a lograr un futuro estable y con biodiversidad. Una de esas soluciones es mantener los bosques en pie. Los bosques saludables capturan y confinan CO2, lo que mitiga los efectos del cambio climático. Los bosques saludables también benefician a las personas de todo el mundo, incluso al sustentar los medios de subsistencia y las culturas de los pueblos indígenas y las comunidades locales.

La Plataforma de WWF de Generación de Soluciones Basadas en la Naturaleza se basa en el alcance global de WWF y en las diversas alianzas para aprovechar el creciente interés en el enfoque, en particular de las empresas que se esfuerzan por adoptar compromisos para minimizar su huella, reducir el cambio climático y proteger la naturaleza. La plataforma también involucra a gobiernos, agencias multilaterales y filántropos. En conjunto, el objetivo de WWF es generar impactos positivos, mensurables y duraderos para las comunidades, la naturaleza y nuestro clima a través de actividades de conservación, gestión y restauración en paisajes forestales, incluyendo Madre de Dios.

El socio corporativo HP Inc. actualmente apoya los esfuerzos en la región para mejorar la gestión de los bosques en funcionamiento y la restauración del hábitat para garantizar la conectividad del jaguar en todo el entorno.

Conoce más información sobre la Plataforma de Generación de Soluciones Basadas en la Naturaleza (continuar en inglés).