Protegiendo a la próxima generación de ballenas

Zonas de apareamiento y rutas migratorias de las ballenas jorobadas

Entre la espuma del agua hay una manada de ballenas. Una hembra lidera la persecución, seguida de su principal escolta macho. Mientras otros machos avanzan a toda velocidad, cambiando de dirección y chocando contra sus rivales para no quedarse atrás, es casi imposible distinguir un cuerpo de otro.

“Se pelean durante horas, e incluso días”, dice la Dra. Natalia Botero-Acosta, experta en ballenas jorobadas de la Universidad de California en Santa Cruz y directora de la Fundación Macuáticos Colombia.

En este dramático espectáculo, conocido como grupo competitivo, las ballenas jorobadas macho se juntan, todas compitiendo por aparearse con una hembra.

“Se vuelve realmente intenso”, señala Botero-Acosta, quien ha visto a 25 machos competir brutalmente. “Ves ballenas con heridas, sangrando y con tejidos expuestos”.

Madre y cría

Esta dura competencia es parte clave del ciclo anual de las ballenas jorobadas entre sus zonas tropicales de reproducción y las áreas polares de alimentación, y viceversa. “Todo lo que hacen está en sintonía con la migración”, añade.

Después de aparearse en aguas tropicales, en este caso, el golfo de Tribugá en el Pacífico colombiano, una importante zona de reproducción que Botero-Acosta ha estado monitoreando desde 2010, las ballenas regresan gradualmente a sus zonas de alimentación. Para esta población, esa es la península Antártica.

Durante su estancia en la Antártida engordan para luego regresar a los trópicos para aparearse nuevamente y para que las hembras den a luz. Desde el momento en que la cría nace, la ballena jorobada ya puede nadar, pero seguirá dependiendo de su madre durante el primer año de vida.

Estas aguas cálidas brindan a cada nueva madre un espacio seguro para cuidar y vincularse con su recién nacido. La madre y la cría se susurran entre sí, manteniéndose fuera del alcance acústico de los depredadores, mientras que la cría emite pequeños eructos, ladridos y resoplidos para pedirle leche a su madre.

Después de un par de meses, cada cría gana suficiente fuerza para acompañar a su madre durante miles de kilómetros de regreso a las zonas de alimentación. Y así, el ciclo de un año continúa. La madre luego lleva a su cría de regreso a los trópicos para enseñarle toda la ruta migratoria antes de dejarla que se las arregle por sí sola: alrededor de un año después de su nacimiento, y de regreso en las mismas zonas de reproducción en las que nació, la cría de ballena está lista para independizarse.

Ballenas jorobadas macho en celo compitiendo por la atención de una hembra.

La ciencia del canto de las ballenas

Durante estos épicos viajes, así como en sus hábitats de alimentación y reproducción, las ballenas jorobadas se comunican entre sí a través del canto. “Solíamos pensar que el macho sólo cantaba en las zonas de reproducción”, comenta la Dra. Christina Perazio, experta en cantos de ballenas de la Universidad de Buffalo, de la Universidad Estatal de Nueva York. “Estamos aprendiendo que cantan en las zonas de alimentación y a lo largo de las rutas migratorias en todo el mundo... ¡cantan en todas partes!”

Algunos dicen que estas complejas melodías son “como la cola de un pavo real: cuanto más elegante es, más atrae a las hembras”, menciona.

El problema con esta teoría es que no hay muchos datos que la respalden. Debido a que en ocasiones se les unen otros machos a las ballenas que cantan, algunos se preguntan si eso pudiera ser una forma de convocar a grupos competitivos.

Los científicos también han sugerido que el canto es un tipo de sonar que ayuda a las ballenas a percibir su entorno o, una hipótesis que a Botero-Acosta “le gusta mucho, pero de la que es casi imposible reunir pruebas”, una forma de promover la ovulación. En otros animales, como los ciervos, las exhibiciones masculinas pueden provocar la ovulación. Pero, hasta el momento, no sabemos si esto también es cierto para las ballenas.

El canto de las ballenas jorobadas pueden viajar miles de kilómetros a través del océano, pero, como en el juego del teléfono descompuesto, el mensaje es inútil si el receptor no puede oírlo correctamente.

El ruido humano (de sonares, barcos, embarcaciones turísticas, construcción, etc.) está cambiando drásticamente el entorno acústico de las ballenas, comenta Perazio. “No sabemos cómo afectan todas estas cosas a sus sistemas de comunicación”.

Algunas ballenas se vuelven más ruidosas para ser escuchadas por encima del ruido antropogénico (como los gritos en un bar lleno de gente), pero aunque las ballenas jorobadas ajustan el volumen de su canto, no pueden competir con el ruido de las embarcaciones. “¿Acaso ya están al límite de su capacidad y no pueden cantar más alto?”, se pregunta Perazio.

Sea cual sea el propósito de su canto, “las ballenas necesitan el sonido para sobrevivir”, dice Perazio. Poblaciones enteras podrían sufrir si la contaminación acústica provocada por el hombre interfiere en la comunicación de las ballenas.

Las ballenas jorobadas ya enfrentan una avalancha de amenazas en sus viajes entre las zonas de crianza y alimentación. Incluso si pasan por algunas áreas marinas protegidas en el camino, hay muchas regiones en las que corren el riesgo de colisionar con un buque de carga en una concurrida ruta de navegación, enredarse en artes de pesca o incluso ser acosadas por embarcaciones irresponsables de avistamiento de ballenas que no siguen las directrices de mejores prácticas. Un triste ejemplo es una ballena jorobada madre que Botero-Acosta etiquetó una vez en Colombia, que fue encontrada, poco después, enredada en artes de pesca en Perú.

Las áreas ecológicas y acústicamente no intervenidas por el hombre como el Pacífico colombiano, donde se reproduce la población estudiada por Botero-Acosta, brindan a las ballenas la oportunidad de participar en actividades que son cruciales para su ciclo de vida, como reproducirse, amamantar y alimentarse, de manera segura.

Un viaje peligroso

Pero para poder hacerlo, en primer lugar las ballenas necesitan poder llegar a sus hábitats críticos sin sufrir daños. El informe Protecting Blue Corridors de WWF y sus socios de conservación describe las amenazas que enfrentan las ballenas en sus rutas migratorias, conocidas como corredores azules, y destaca por qué la protección de las zonas de alimentación y reproducción por sí sola no es suficiente.

Cada una de las etapas del ciclo de vida de una ballena está interconectada y lo que sucede en una parte del mundo puede afectar lo que sucede con las ballenas en otras partes. Por ejemplo, investigadores de la Universidad de California en Santa Cruz y otras instituciones asociadas descubrieron que cuando las zonas de alimentación de la Antártida tienen menos hielo en el invierno, las ballenas jorobadas tendrán menos alimento y, como resultado, habrá menos embarazos el año siguiente.

Lamentablemente, debido a amenazas cada vez mayores y a pesar de todos los esfuerzos de conservación, seis de las 13 grandes especies de ballenas están en peligro o son vulnerables a la extinción. Ante las amenazas que rápidamente cambian y aumentan, los gobiernos locales e internacionales, los científicos, las ONG y las partes interesadas de la industria deben trabajar juntos para encontrar protecciones efectivas. Si no queremos perder a estos gigantes del océano para siempre, no hay tiempo que perder.

Una ballena jorobada enredada en artes de pesca.

Por qué el mundo, incluida la humanidad, necesita a las ballenas

“Necesitamos a las ballenas para sobrevivir”, señala Perazio. “Es un juego peligroso meterse con sus sistemas”.

No es ningún secreto que estos gentiles gigantes desempeñan un papel fundamental en la salud del océano. A lo largo de sus largas vidas, las ballenas capturan y almacenan carbono atmosférico en su cuerpo. ¿Sabías que incluso el excremento de las ballenas es importante y valioso? Al nadar y defecar al mismo tiempo, las ballenas ayudan a mover nutrientes a lo largo de nuestros mares y océanos. Sus heces, ricas en hierro, ayudan al crecimiento del fitoplancton, microalga que produce la mitad del oxígeno del mundo y captura aproximadamente el 60% del dióxido de carbono.

Los beneficios que aportan las ballenas se extienden mucho más allá del océano: también nos ayudan a nosotros, los humanos. Las comunidades costeras de todo el mundo dependen de océanos saludables para alimentarse y ganarse la vida para mantener a sus familias. La observación de ballenas también es una parte importante de las economías costeras, ya que aporta miles de millones de dólares y genera miles de empleos.

Antes de que el Golfo de Tribugá, en Colombia, se abriera al turismo a finales de los años ochenta y principios de los noventa, la gente de la zona tenía miedo de las ballenas, como reveló Botero-Acosta. Las llamaban “bestias” y corrían a casa aterrorizadas si veían una mientras pescaban. Sin embargo, con el paso de los años, la investigadora ha visto que ese miedo se ha transformado en curiosidad, conexión e incluso orgullo por sus ballenas “colombianas”. Pero también hay beneficios económicos: como sugieren los últimos números y censos1, el ecoturismo de avistamiento de ballenas en el Golfo de Tribugá genera al menos 835 mil dólares al año. El avistamiento de ballenas se ha convertido en una importante fuerza impulsora de la economía local, apoyando a los empresarios comunitarios, integrando esta forma de ecoturismo con otros recorridos centrados en la vida silvestre (por ejemplo, observación de aves, pesca) y apoyando una red de al menos 65 albergues, posadas y hoteles a nivel local.

“Hay un elemento común”, señala Botero-Acosta. “Esta zona es un oasis para las ballenas y la comunidad. Ambas nacieron sanas y salvas aquí”.

Referencias:

Últimos datos proporcionados por un proyecto de monitoreo de avistamiento de ballenas liderado por la Corporación para la Excelencia en Ciencias del Mar (CEMARIN @cemarin_org), la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín (@unal_med), la Fundación Macuáticos Colombia (@macuaticos) y R&E Ocean Community Conservation (@reoceancom).