Cómo la Carretera Interoceánica marcó el comienzo de una nueva era de deforestación y agitación social en la Amazonía
- Fecha: 12 junio 2024
- Autor: Mark Johanson

Cuando se conduce por la Carretera Interoceánica hacia el este, desde la ciudad de Cusco, Perú, construida por los incas, el camino corta a través de espectaculares bosques nubosos andinos por medio de cerradas curvas y se sumerge en los afilados acantilados cubiertos de agua. A medida que se avanza, el aire cambia de fino, fresco y seco a espeso, denso y húmedo. Después de unas ocho horas, finalmente se puede llegar a las selvas tropicales planas y bañadas por el sol de Madre de Dios, un rincón de la Amazonía que alguna vez fue tan prístino e inaccesible que su nombre lo dice todo. La construcción del tramo peruano de la Carretera Interoceánica de 1,600 millas (2,500 km), que conecta el Pacífico peruano con el Atlántico brasileño, comenzó en 2005 y finalizó en 2011. No mucho después, el proyecto de 2,000 millones de dólares se convirtió en el epicentro de uno de los mayores escándalos de corrupción de América Latina, el Caso Odebrecht, que implicó a tres expresidentes peruanos en la aceptación de sobornos a cambio de lucrativos contratos de construcción. Como resultado, esta carretera que rompe fronteras a menudo es conocida como “la carretera más corrupta del mundo”.

Un hombre espera un aventón al costado de la Carretera Interoceánica.
Los defensores de la Carretera Interoceánica promocionaron su creación para estimular el comercio y el tránsito entre el sureste de Perú y el oeste de Brasil. Sin embargo, un estudio reciente de 62 pequeños agricultores y ganaderos en Madre de Dios reveló que, hasta ahora, en lugar de oportunidades económicas más positivas, se ha iniciado una nueva era de agitación social y destrucción ambiental.
“Esta carretera es como un caso de estudio sobre cómo construir inadecuadamente una carretera”, explica Meg Symington, vicepresidenta de WWF para la Amazonía, quien ha trabajado en este remoto rincón de Perú desde los años 1980. “La carretera se inauguró hace poco más de una década, por lo que todavía está en la memoria de la gente. Saben cómo eran las cosas antes y pueden ver cómo han cambiado”.
En la zona de La Pampa, ubicado en la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata, es donde resulta más evidente ver cómo ha cambiado la región. Aquí, las minas de oro ilegales han transformado vastas extensiones de bosque tropical en áridos entornos. Donde antes había una selva tropical, ahora hay desierto. Mientras tanto, el agua del río utilizada para procesar el oro está contaminada con mercurio, al igual que el pescado (un alimento básico de la dieta local). Symington dice que estos problemas ambientales se ven agravados por los sociales, incluido el tráfico ilegal de drogas y la prostitución, que florecen junto con las minas.
La fiebre del oro es sólo una de las muchas amenazas que han surgido a lo largo de la carretera. Cerca de allí, los bosques que alguna vez estuvieron llenos de loros y guacamayos han desaparecido para dar paso a campos de maíz y papaya, que bordean la carretera que se dirige al este desde La Pampa. Estas granjas no pertenecen a los antiguos cuidadores indígenas de la región, sino a los recién llegados que siguieron la carretera cuesta abajo en busca de tierras y oportunidades. Estos migrantes de regiones andinas como Cusco y Ayacucho han erigido asentamientos improvisados a lo largo de la carretera y transformaron la capital regional de Puerto Maldonado de un tranquilo remanso a una ciudad amazónica en expansión.
Un estudio de la Amazonía brasileña estima que el 95% de toda la deforestación ocurrió a menos de una milla de un río o poco más de tres millas de una carretera. La pavimentación de una carretera importante como ésta estimula aún más la construcción de carreteras, lo que fractura aún más el bosque y reduce los hábitats de sus antiguos residentes. Madre de Dios es motivo de especial preocupación debido a su ubicación geográfica al pie de montañas de 20,000 pies (6,000 m) de altura. Los ríos ricos en sedimentos que fluyen desde los Andes dan a la región niveles más altos de biodiversidad y suelos más ricos en nutrientes, que según Symington son más fáciles de convertir en tierras de cultivo que los suelos empobrecidos en nutrientes que se encuentran en otras partes de la Amazonía.
El tramo peruano de la carretera de 1,600 millas (2,500 km) de longitud se completó en 2011.
Humo de incendios cercanos a lo largo de la Carretera Interoceánica.
En las dos primeras décadas del milenio, Madre de Dios perdió 570,815 acres (231 mil ha), o un trozo de bosque casi del tamaño de Luxemburgo, debido a la expansión agrícola. En ningún lugar esto es más evidente que en la carretera entre Puerto Maldonado e Iñapari, una pequeña comunidad ganadera en la triple frontera entre Perú, Bolivia y Brasil que carece de bosque. En cambio, el camino aquí está bordeado de pastos para vacas con solo unos pocos árboles de castaña moribundos (que por ley no pueden talarse), lo que muestra evidencia del bosque que alguna vez existió.
“Esta es una zona de la Amazonía donde el cambio climático puede tener impactos realmente grandes”, explica Symington, señalando que llueve menos que los bosques más al norte. "La estación seca puede prolongarse, las temperaturas pueden ser más altas y las precipitaciones pueden disminuir significativamente". Todo esto pueden precipitar incendios forestales, lo que habría sido improbable en la Madre de Dios más verde, fría y húmeda de hace dos décadas. Cuando llega la temporada de lluvias, es más extrema y presenta una fuerte concentración de lluvia que provoca inundaciones y deslizamientos de tierra.
Por supuesto, la carretera trajo beneficios para algunos residentes locales. “Hasta hace unos 15 años estábamos más o menos aislados del resto del país”, recuerda Verónica Cardozo, ganadera en Iñapari, quien dice que antes se tardaban dos días en llegar a Puerto Maldonado (ahora son tres horas). "No teníamos escuelas adecuadas para estudiar y estábamos bastante limitados en lo que podíamos hacer". Para algunos, la nueva conectividad también ha significado menores costos en cosas como alimentos y materiales de construcción. “Ahora estamos mejorando poco a poco nuestra forma de vida”, añade.
Es importante considerar estos beneficios. Por eso WWF trabaja con los formuladores de políticas en toda la cuenca del Amazonas, brindando información científica sólida sobre el uso de la tierra y el desarrollo sostenible. El objetivo es garantizar que los proyectos, si realmente son necesarios, maximicen los beneficios para las comunidades aisladas y al mismo tiempo permitan que la naturaleza prospere.
En Madre de Dios, WWF trabaja con comunidades locales, organizaciones no gubernamentales asociadas, corporaciones y gobiernos en un enfoque combinado para conservar las tierras que ahora están amenazadas por la Carretera Interoceánica. Esto incluye todo, desde la construcción de puentes de dosel (para que los animales arbóreos puedan cruzar los caminos forestales) hasta la colaboración con ganaderos, como Cardozo, en torno a una ganadería más respetuosa con los bosques.
“Madre de Dios está muy cerca de mi corazón y es un lugar donde WWF tiene una larga y enriquecedora historia”, comenta Symington. “Hace veinticinco años, era casi 100% bosque. Si bien todavía hay áreas bien protegidas -y se está realizando un gran trabajo de conservación-, es importante pensar en cuál será la trayectoria durante los próximos 25 años”.
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