Siguiendo la huella de los tigres en un santuario de vida silvestre en India
- Fecha: 28 marzo 2023
- Autor: Erin Waite, Especialista editorial sénior, WWF
El aire estaba seco y calmado, nada ideal ante el sofocante calor del verano. “Chalo, chalo”, nos decía nuestro guía. "¡Vamos!" Me aferré a mi asiento mientras nuestro Jeep entraba en acción, recorriendo y zigzagueando el polvoriento terreno. Momentos antes, habíamos escuchado el llamado de un sambar en la distancia. Aprendí que el berreo de alerta era una buena noticia para nosotros: era probable que un tigre anduviera cerca.
Nos internamos a toda velocidad en el Parque Nacional Ranthambore de la India, pasando por debajo de las ruinas de fuertes del siglo X y enormes árboles banianos cuyas ramas se enredaban en arcos como catedrales. Pronto, el denso bosque dio paso a pastizales cubiertos de matorrales y anchos y escarpados prados flanqueados por rocosas laderas, un hábitat árido y abierto que hace de este parque uno de los mejores lugares del mundo para observar a los emblemáticos grandes felinos.
Sin embargo Ranthambore no siempre ha sido un santuario para los tigres. Situado en una meseta a lo largo de las estribaciones de las cadenas montañosas Aravali y Vindhya, la extensa zona alguna vez fue un coto de caza de la realeza maharajás de Jaipur. Durante los 1800 y principios de los 1900, los cazadores de caza mayor adoptaron la tradición de shikar (grandes expediciones organizadas de tiro), mientras que la caza furtiva, la deforestación y la pérdida de hábitat diezmaron la población de tigres del parque. A fines de la década de 1960, los tigres del lugar habían desaparecido casi por completo.
Luego, en 1973, el gobierno indio lanzó el Proyecto Tigre, una iniciativa enfocada a salvar de la extinción a los tigres que quedaban en el país. Como parte de ese proyecto, se establecieron una serie de reservas protegidas a nivel nacional, incluyendo Ranthambore, donde los tigres estarían protegidos contra la invasión y el desarrollo humano. Hoy, el parque es el hogar de unos 80 tigres que se benefician de los esfuerzos de conservación de WWF y sus socios para proteger su hábitat forestal y controlar la caza furtiva.
En nuestra primera mañana, nos encontramos con una familia de tigres, un padre y tres cachorros, dormitando en un trozo de hierba en el fondo de un empinado barranco. Luego nos encontramos con un joven macho descansando junto a un pequeño abrevadero, haciendo todo lo posible para mantenerse fresco ante las altas temperaturas. De vez en cuando levantaba la cabeza, con las orejas aguzadas como pequeñas antenas parabólicas que sintonizaban la cháchara de un mono o los gritos de un pavo real en la cercanía.
Otros tigres que avistamos se refugiaron debajo de antiguos templos de piedra o se relajaron junto a amplios lagos resplandecientes en compañía de cocodrilos que tomaban el sol y garcetas blancas como la nieve.
Para mí, cada avistamiento de tigre representaba un símbolo de esperanza, incluso de desafío. A pesar de las crecientes amenazas, el número de tigres en la India ha seguido aumentando constantemente en la última década. Ese éxito, que vimos de primera mano, se debe en gran parte a las comunidades locales y los conservacionistas, desde los guías ecológicos hasta los conductores de safaris y el personal de parques nacionales que han dedicado desinteresadamente sus vidas a proteger a estas increíbles criaturas y su hábitat.
Eventualmente, nuestro Jeep redujo la velocidad en un sendero boscoso junto a un arroyo y comencé a escanear el área en busca de rayas o signos de movimiento. De repente, nuestro guía susurró emocionado: “¡Ahí!” Una ágil tigresa llamada Noori estaba caminando a lo largo de la orilla del agua, abriéndose paso con gracia entre los árboles, la reina de su territorio.
La observamos juntos en silenciosa reverencia. Después de unos minutos, cruzó el sendero frente a nuestro Jeep, subió una pendiente tachonada de rocas y se detuvo a solo unos pies de donde estábamos sentados. Sin apenas darse cuenta de nuestra presencia, frotó su cara contra una retorcida rama para marcar su olor. Sus ojos brillaron de color ámbar mientras parpadeaba a la luz de la mañana.
Contuve la respiración, hipnotizado por su belleza, y me concentré en absorber cada detalle: su aire majestuoso, su pelaje iluminado por el sol, la forma en que movía la cola. Sabía que recordaría este momento y la embriagadora magia de ver a los tigres de la India en su hábitat natural por el resto de mi vida.
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