Ballenas a la vista

Mapeando las amenazas y soluciones para estos gigantes del mar

Las ballenas jorobadas realizan una de las migraciones más largas de todo el planeta. Los científicos lograron rastrear una ballena que viajó 11,770 millas (18,941 km) durante 265 días, desde los sitios de alimentación de verano, cerca de la Península Antártica, hasta su área de reproducción de invierno, frente a Colombia, y de regreso a la Península Antártica. En todo el hemisferio sur, las ballenas jorobadas realizan migraciones estacionales -como esta- entre los trópicos y las aguas polares, moviéndose a lo largo de las costas de 28 países y el océano abierto, que se encuentra más allá de la jurisdicción de cualquier nación.

Pero los peligros cada vez mayores que enfrentan las ballenas en todo el mundo en estos épicos viajes son el reflejo de un océano amenazado y revelan cómo los mares nos conectan a todos.

Las ballenas son fundamentales para un océano y un planeta saludables

A lo largo de sus migraciones, las ballenas fertilizan los ecosistemas marinos por los que se mueven y sustentan la vida marina que las habita. Sus columnas fecales aumentan la producción de fitoplancton, que captura alrededor del 40% de todo el dióxido de carbono producido y genera más de la mitad del oxígeno de la atmósfera. Cuando mueren, las ballenas se hunden en el fondo del mar, extrayendo cantidades masivas de carbono de la atmósfera durante siglos. En total, una ballena es capaz de capturar la misma cantidad de carbono durante su vida que miles de árboles.

Esto significa que, al restaurar las poblaciones de ballenas, podemos ayudar a restaurar los ecosistemas oceánicos y mitigar y desarrollar la resiliencia al cambio climático. Es ayudar a la naturaleza a ayudarse a sí misma y a todos los que dependemos de ella.

Crecientes amenazas para las migraciones oceánicas

A pesar del vital papel que desempeñan en la salud de nuestro planeta y de nuestras propias vidas, las ballenas se enfrentan a un avalancha de nuevas y crecientes amenazas por parte de los humanos.

Unas 300,000 ballenas, delfines y marsopas mueren cada año al quedar enredados en las artes de pesca. El tráfico marítimo, que se expande constantemente, está provocando más colisiones entre las ballenas y los barcos y está más que duplicando la contaminación acústica submarina cada década. El cambio climático está cambiando las poblaciones de las presas de las ballenas, especialmente en las regiones polares, por lo que cada vez les resulta más difícil encontrar alimento. Cada año, ocho millones de toneladas de plástico se vierten en el mar, aproximadamente el equivalente a un camión de basura lleno cada minuto. Un nuevo estudio revela que las ballenas que se encuentran cerca de las grandes ciudades ingieren alrededor de 3 millones de microplásticos por día.

La crisis de nuestros océanos está afectando la recuperación y la salud de las poblaciones de ballenas de diferentes maneras en todo el mundo. Si bien la moratoria sobre la caza comercial de ballenas permitió que algunas poblaciones se recuperaran del borde de la extinción, otras no lo han hecho. Seis de las 13 grandes especies de ballenas ahora están clasificadas como en peligro o vulnerables. Las ballenas francas del Atlántico norte están en su punto más bajo en aproximadamente 20 años, con solo 366 individuos, una disminución del 30% en los últimos 10 años.

Mapeando las “autopistas” de las ballenas

Por primera vez, Protecting Blue Corridors, un nuevo informe de WWF y nuestros socios científicos de la Universidad Estatal de Oregón, la Universidad de California Santa Cruz, la Universidad de Southampton y muchos otros, visualiza los trayectos satelitales de 845 ballenas migratorias en todo el mundo. Es importante destacar que ayuda a identificar dónde se superponen las rutas migratorias y las áreas de hábitat clave con una variedad de amenazas emergentes y acumulativas de las actividades humanas, lo que ayuda a informar cómo podemos proteger y administrar mejor los hábitats oceánicos en todo el mundo.

Es momento de actuar: proteger los corredores azules para las ballenas, nuestro océano y nosotros mismos

A medida que evoluciona nuestra comprensión de las rutas migratorias de las ballenas y las amenazas que enfrentan, nuestro enfoque para conservar y restaurar las poblaciones de ballenas en toda su área de distribución también debe evolucionar. Hacemos un llamado a la colaboración entre investigadores, comunidades locales, legisladores nacionales e internacionales, gobiernos y la industria para proteger los corredores azules:

1. Asegurando los hábitats oceánicos, críticos para las ballenas:

  • Necesitamos implementar una red integral de áreas marinas protegidas que se superpongan con aguas nacionales e internacionales para proteger el 30% de nuestro océano para el año 2030. Esto ayudará a proteger y conservar las ballenas y muchas otras especies, y al mismo tiempo fortalecerá la resiliencia de los océanos ante el cambio climático.

2. Salvaguardando las poblaciones a través de esfuerzos cooperativos:

3. Invirtiendo en las ballenas para un océano próspero:

  • Integrando el vital papel ecológico de las ballenas en las políticas climáticas y de biodiversidad globales y nacionales.
  • Apoyando la ciencia colaborativa a gran escala para informar las recomendaciones de políticas como parte de la Década de las Ciencias Oceánicas de la ONU.

    Juntos podemos proteger a estos gigantes de los océanos y hacer que sus épicos viajes sean más seguros en los años venideros.