Tras el huracán María, una activista habla por la naturaleza
Cuando tenía tres años de edad, Nicole Ortiz plantó un cerezo afuera de su casa en Aguadilla, un pequeño pueblo ubicado en el extremo noroeste de Puerto Rico. Durante su infancia disfrutaba ver cómo el cerezo crecía junto con ella, haciéndose más alto año con año. Tiempo después, en septiembre de 2017, el huracán María atravesó el Atlántico con vientos que alcanzaron las 155 millas por hora, arrancando su árbol –y muchos otros más- del suelo. "El sonido fue espantoso”, recuerda. "Era como si la Madre Naturaleza estuviera llorando".
Al terminar la tormenta, la cual llegó a categoría 4, el pueblo natal de Ortiz había quedado irreconocible. Las casas y los caminos estaban destruidos; los señalamientos de las calles y los cables eléctricos cubrían el suelo; y vecindarios enteros habían quedado inundados. Ortiz y su familia tuvieron que adaptarse rápidamente para sobrevivir. Durante semanas tuvieron que recolectar agua de una cascada cercana para beber y bañarse. Tuvieron que esperar 12 horas en fila para poder recibir comida y gasolina. Y, ya que no contaban con electricidad, tuvieron que soportar largas y oscuras noches bajo el calor tropical sin poder contactar a sus seres queridos. "No saber si estaban bien fue la parte más difícil", dice ella. "Me di cuenta qué tanto de mi vida había dejado pasar por alto”.
El gobierno puertorriqueño declaró que la cifra oficial de personas fallecidas fue de casi 3,000, convirtiendo a esta tormenta en uno de los desastres naturales más catastróficos que jamás hayan azotado la isla. También fue considerado como indicio de futuras tormentas: muchos científicos predicen que conforme la temperatura de los océanos continúe en aumento, los huracanes se intensificarán y permanecerán más tiempo, poniendo a las comunidades costeras en mayor riesgo de sufrir inundaciones. Ortiz, quien finalmente tuvo que ser evacuada de la isla junto a su madre y hermana, teme que Puerto Rico no esté preparado para resistir otra tormenta.
Marcada de por vida debido a esta experiencia, Ortiz decidió unirse a Panda Ambassador, el programa de representantes de WWF. Actualmente, está aprovechando esta plataforma para educar a más personas sobre los devastadores efectos del cambio climático. Durante su participación en la Cumbre para la Acción Climática Global 2018, en San Francisco, instó al público a reconocer el cambio climático como un problema verdaderamente global. "Lo que sucedió en Puerto Rico podría suceder en cualquier otro lugar", dijo. "Necesitamos tomar medidas hoy mismo o de lo contrario veremos más escenarios como el de María en el futuro”.
La energía eléctrica ya fue restablecida en Puerto Rico, y Ortiz y su familia pudieron regresar a casa. Pero los esfuerzos de recuperación siguen en marcha ya que para muchos la vida aún no ha vuelto a la normalidad. Pese a ello, Ortiz tiene sus esperanzas puestas en la naturaleza: al regresar a casa notó un pequeño y verde brote en el lugar donde solía estar su árbol de cerezo.
Conoce más sobre el programa Panda Ambassador de WWF (continuar en inglés).
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